“Decidí emprender después de la segunda vez que me echaron. Mi estilo no se adaptaba a lo que los colegios de la época esperaban de un profesor. Llegué donde mi polola, actual señora, y le dije: Voy a tener mi propio preuniversitario.

Yo vivía en el garaje que una señora había habilitado. En el primer piso estaba el living, cocina y comedor. Sobre el garaje había dos habitaciones. En una dormía yo y en la otra hacía clases. Partimos con 10 alumnos y 8 profesores, casi los superamos en número. De esos 10, 9 entraron a la universidad.

Al quinto año, decidí que ya era hora de crecer. Me formalicé, arrendé una casa, contraté contador ¡Y empezó la crisis! Mi meta era pasar de 30 alumnos a 80, pero el primer año solo llegamos a 46. La plata no me alcanzaba ni siquiera para pagarle a los profesores. Tenía que conseguir un crédito y sabía que sin la antigüedad sería difícil. Pero después de tocar varias puertas, un ejecutivo del Banco Nacional confió en mí. Su apellido era Pérez

Ese año los resultados fueron muy buenos, tuvimos 4 puntajes nacionales. De 46 pasamos a 90 y alcanzamos el punto de equilibrio. De ahí me fui para arriba hasta los 500 el 2001. Costó mucho trabajo, trabajé de 8.00 a 21.00 por 20 años, sin parar. Tengo 4 hijos, mi señora lo entendía. Había que hacerlo.